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El Legado IEn las afueras del Santuario se podía dilucidar un choque de energías colosal. De colores diversos, parecían relámpagos que partían de la tierra e iban hacia el cielo, atravesándose a toda velocidad.—¿Es todo lo que tienes? ¡Levántate!Thais respiró hondo para tener aire en los pulmones. Al exhalar, escupió sangre de manera poco elegante y se limpió con el dorso de la mano. El golpe le había cortado el lado interno de la mejilla, llenándole la boca del sabor metálico.—Cállate...Miró hacia adelante, entre las mechas de su cabello desarmado, y los ojos giraron en sí mismos. Se desvaneció hacia el suelo, pero una rodilla firme le sostuvo el cuerpo, apenas separado de la tierra. Cerró los puños y los dientes, buscando inútilmente ponerse de pie.—Tsk. Ahora eres débil.Quien le hablaba estaba a unos metros, de pie y en posición de combate. Observando unos minutos, se percató de algo y cambió de postura, estirando una mano hacia adelante.Qué decepción. Esperaba algo más divertido.La mano se volvió una garra negra que chorreaba icor. En su centro, una bola brillante y violácea tomó forma, creciendo con rapidez entre sus dedos.--¡Hasta nunca!~~~0~~~El ambiente era muy ruidoso, aunque nadie estuviera gritando. Hacía mucho tiempo que la pelirroja no veía congregada a tanta gente en los patios previos al Coliseo, sitio antecesor de las 12 Casas.Si bien ella había vivido parte de sus años como Santo Femenino mucho más allá, aquel lugar le era gratamente familiar. Recuerdos de su tiempo con sus amigas y compañeras de combate venían cada vez que ella volvía a aquellos caminos."Los dos rangos están aquí, debe ser importante."Desde la senda en la que estaba, pronto cruzaría delante de todas esas almas y se darían cuenta quién era. Aminoró la marcha sobre su caballo, con un caminar cómodo para el animal."Quizás sea una Consignación."Recordaba esas jornadas con detalle. Eran las fechas en las cuales se reunían los de Plata y Bronce para repartir las misiones. Ahora que la diosa estaba ya encarnada en algún lugar, la prisa por encontrarla y adelantarse a los pasos del enemigo era más imperiosa aún. Ella lo sabía muy bien. Y aunque le tentaba la idea de mezclarse entre seguramente mucha gente conocida, no podía detenerse. Estaba allí en nombre de otra cosa; sus ropajes, su casco y su comitiva detrás la delataban, con los estandartes de Delfos en las gualdrapas de los caballos. Para coronar la marcha, a pie marchaban capitanes y soldados rasos que escoltaban a los visitantes.—Miren, ¡es la Matriarca!Un grupo de jóvenes de Bronce llamó la atención, mientras señalaban el camino en el que se encontraba. Pronto perdieron las conversaciones entre ellos y se arrimaron lo mas cerca que pudieron. Algunas se asomaron tras sus máscaras, saludando fervientemente con la mano.—Buena fortuna, ¡Oráculo de Delfos!¡Deben estar aquí por las misiones!¿Tendrán algún mensaje importante?Podía escucharlos a todos con claridad. Levantó la mano apenas para responder el saludo de sus amigas, que reconoció enseguida. Entonces uno de los caballos se adelantó, hasta que un muchacho de cabellos negros trenzados la miró curioso, tras su máscara de metal.—¿Conoce a esos guerreros amontonados?—Algunos. Delante de aquel tumulto que nos mira están mis amigas de la infancia.—¿Quiere detenerse?—No — bajó la mano y lo miró — . Tenemos mucho que hacer. Además, están esperando designaciones para misiones muy peligrosas, por eso están todos reunidos allí. Viví eso.—¿Le disgusta?—Me apena, Itanú. No todos esos rostros regresarán al Santuario.El muchacho volteó a ver al grupo con armaduras relucientes, asintió sin decir una palabra y volvió a su puesto. Thais en tanto se mordió el labio apenas, mirando hacia adelante. Frunció el ceño, pensando específicamente en sus amigas. Pero ir y hacerlas concientes de lo obvio, sólo traería miseria a sus vidas.Había cosas que debían permanecer como misterio.~0~El Salón del Patriarca había abandonado su sepulcral silencio, haciéndolo un lugar irreconocible para la pelirroja. Era una sala de operaciones en plena faena, con oficiales organizando las tropas, las guardias y el aumento de vigilancia en las ciudades linderas, corriendo de acá para allá, como un hervidero de hormigas.—¡La Matriarca de Delfos!Ante el grito de un soldado, todos callaron, chocaron los pies, se irguieron e hicieron una reverencia. Algo impactada por el cambio de actitud, ya dentro del recinto se quitó la máscara, agradeció con un gesto y señaló que siguieran con sus quehaceres. Antes de que pudiera notarlo, los muchachos que siempre estaban junto a ella fueron interceptados por uno de los capitanes.—Sólo el Oráculo puede continuar más allá.—Nunca nos apartamos de ella, hombre.—Son órdenes.—También tenemos las nuestras, y es no dejarla. — se impuso el rubio al lado de Itanú, ambos a la defensiva por la negativa. Cuando el oficial iba a decirles algo, una figura alta apareció yendo hacia ellos.—Está bien Eneas, ahora me encargo yo.La voz grave y fuerte de Hakurei retumbó en todo el salón. Los que pasaron a su lado lo saludaron con una venia, pero él tenía ojos para Thais, quien sonrió ampliamente.—¡Qué gusto verte!—Dichosos mis ojos, querida.Se inclinó delante de ella y le besó las manos con afecto. Luego miró con curiosidad divertida a los dos tensos jóvenes a su lado.—No has perdido el tiempo. ¿Máscaras?—Intercambio de roles.—Interesante. ¿Son fiables?—De mi más absoluta confianza.—Entonces que nos acompañen — los miró con una sonrisa — . No se preocupen por mí, muchachos, no lo parece pero también soy un Santo.—Él es Altar— lo presentó la Matriarca— , la mano derecha del Patriarca, y el maestro herrero de las Cloths.—¿El Anciano de Jamir? — preguntó el rubio.—El que viste y calza. Aunque lo de anciano no me está gustando tanto...—Ellos son Itanú y Ayar, Hakurei — continuó Thais — . Son los mejores guerreros que entrené en Delfos, y quienes comandan la milicia en el Templo de Apolo. Cuando tenemos la oportunidad, viajan a mi lado como estandartes.—Tal y como lo pensaba, no son tus guardianes sino tus discípulos. Ya era hora — se rió, haciéndola sonreír — . Síganme, no perdamos tiempo.Hizo un gesto para que lo siguieran. Detrás del pequeño grupo, el comandante Eneas los siguió hasta el pasillo, donde el bullicio fue mucho menor. Allí comenzaron a caminar más aprisa hacia las recámaras del estudio del Sumo Sacerdote.—Veo que también tienen novedades.—Gran parte gracias a tus visiones — dijo el hombre, mirando hacia adelante, más serio — . Sage está pasando semanas enteras en Star Hill tratando de ubicar a la encarnación física de nuestra diosa.—¿Han comenzado a atacar?—Están aumentando su presencia. Es la segunda oleada de ataque de reconocimiento; fue tan intensa que tuve que dejar a mis discípulos en Jamir para venir aquí y darle una mano a mi hermano, organizar las tropas y a los rangos menores. Le va a estallar la cabeza si no pongo en marcha a todos los Santos que tenemos hasta ahora.—Qué rabia... ¿Los Dorados?—Aún son jóvenes. Algunos, niños. Están todos resguardados. Dos están a mi cuidado, pero no los traje, aún son blanco fácil y no quiero que la tercera sea la vencida para los Espectros. Con los datos que nos has pasado en el último tiempo, pudimos organizar cuadrillas para neutralizar cualquier intento en masa, tratando de minimizar las bajas; sobre todo, significativas.La pelirroja apretó los puños tomándose el vestido claro, sin detener el paso. Su mirada se escondió tras su casco algunos segundos. Se mordió la lengua, para no hacer el comentario obvio.La primera oleada de Espectros tomó por sorpresa al Santuario. En aquel entonces brotaron los rangos más bajos, más preparados que sus contrapartidas de Atenas, apenas estrenando la armadura. En los sitios de choque, fue una masacre. Y aquella ocasión fue una pérdida enorme, preludio de todo lo que vino después: la generación anterior de los Dorados comenzó a desaparecer.La segunda oleada de ataques había sido con la llegada de los primeros niños marcados por las constelaciones zodiacales. Todos, antes o después, llegaron a tiempo a ser protegidos, a costa de muchas vidas que se entregaron para ese objetivo. Fue imperativo para quienes ya vivían allí ocuparse de sus pares mas pequeños. Marcaba una carrera contra el tiempo, ahora que la diosa Atenea había conseguido reencarnar.—Entiendo.—Thais... — se detuvo un segundo y la tomó del brazo suavemente. Se miraron fijamente a los ojos, sin parpadear — Estamos preparados, no pasará lo mismo de Damasus.Sólo la muchacha pudo notar el temblor en sus labios y en sus dedos. Altar suspiró profundamente y la soltó.—Basta, Hakurei. No tuviste la culpa — le dijo, frunciendo el ceño — . Él siempre supo cuándo iba a morir enfrentando a su gemelo, el Espectro de Hibris. En el momento en que Sage lo halló, fue todo claro para Géminis.—Lo siento, pero jamás me lo perdonaré. Pude haberlo ayudarlo. Y sin embargo...—Lo que diga ahora no sanará esa herida, pero quiero que sepas que ustedes dos jamás se debieron nada. No crees deudas donde no las hay.El anciano miró de reojo a los dos muchachos, callados y confundidos, aunque no se vieran sus rostros. El hombre respiró hondo y se puso derecho de huevo, sobreponiéndose por el momento.—Tienes razón.Thais quería seguir hablando, porque sin duda extrañaba tanto al gitano como aquel que dejó su corazón enterrado con él. Altar había cambiado; aunque mantenía su humor y su carisma, había perdido la mirada cariñosa que ella conoció alguna vez.—Si tienes todo bajo control y Sage está ocupado en Star Hill, ¿para qué me mandaste a llamar?—Porque este asunto te converge directamente.Tomaron un desvío inesperado, ya que no era un camino que recordase mucho andar. Se alejaron de las recamaras y fueron mas allá, casi a la salida del siguiente patio donde comenzaba la Citadela de Atenea, que contenía a la mística y gigantesca estatua. Cerca de ella, había un palacete tan grande como la Sala del Patriarca.—Un momento...—Camina.Hakurei la miró impasible, y ella sintió que debía no preguntar más nada. Como sombras, los otros dos muchachos solamente caminaron detrás de ella, atentos a todo. De pronto, levantaron sus caras para verse frente a dos puertas de un metal que desconocían.El anciano dio unos pasos adelante y, en un gesto de fuerza, las abrió sin dificultad. Más allá de la penumbra, un hedor desagradable invadió la nariz de los presentes. Hakurei volteó a verlos y les hizo una seña de que entraran.—Mi señora, ¿qué es este lugar? — preguntó Ayar, rompiendo su propio mutismo.—La Sala de las Armaduras — contestó la pelirroja, aún sorprendida por estar ahí — ; aquí es donde las Cloth de la Orden de la diosa Atenea descansan, hasta que sus dueños llegan al mundo y las ganan. Cuando mueren, vuelven a ser depositadas aquí.—Eso significa...—Que la armadura de tu señora está aquí también, muchacho — interrumpió el muviano — . Entren.Al dar unos pasos, comprendieron el panorama. Había restos de sangre seca en algunos pilares donde había cajas. El cosmos de ese lugar era impresionante, pues todas las presentes parecían resonar entre si. No había muchas, pero la vista fue hacia una que no pudo evitar ser vista.Sextante se hallaba allí; la vestimenta sagrada de bronce a la que Thais había dimitido para convertirse en Oráculo de Delfos hacía ya muchos años. Parecía recién puesta. Impoluta; excepto porque tenía el manchón mas grande de sangre en su pilar.—Hakurei, ¿qué pasó?—Han querido robar a las Cloth.—¡¿Robarlas?!— Thais se escandalizó — ¿Cómo puede alguien siquiera llegar hasta aquí?—Alguien que sabe dónde están, o que estudió dónde están. Alguien que cuenta con un grupo descartable para que intenten hacerlo en primera instancia, sin arriesgar el cuello. Alguien cobarde y sin escrúpulos, pero con mucha información — miró los pilares — . Por suerte ellas saben defenderse, aún dormidas, y cualquier ser sin cosmos perece.—¿Por qué ladrones comunes querían robar esto? No pueden tocarlas siquiera.—Ellos no, pero la persona que los mandó, es otro tema — se tocó la barbilla — . Que tenga acceso a ese poder y posea la osadía de hacer algo así.La pelirroja lo miró con seriedad.—¿Piensas en alguien?—No lo sé, pensé que tu me lo dirías; ya que claramente intentaron venir por tu armadura — señaló el rastro de sangre.—No es...—Nunca dejarás de ser Sextante, lo sabes. No necesito repetirte la lección — le dio la espalda con los brazos en jarro — . Sea quien sea, tuvo la fuerza suficiente para animarse a tal cosa. Y puede que ahora esté hilando su plan, mientras hablamos.—¿Quién querría quedarse con mi armadura? ¿Para qué?El hombro volteo a verla.—¿Nunca se te ocurrió que tu poder genera enemigos? ¿Alguien que quiere vengarse?Thais abrió los ojos como platos.—No estarás sugiriendo que...—Es la mala costumbre de perdonarle la vida a los desacatados — se encogió de hombros — . Guardan la memoria y muchos años de resentimiento, porque justamente no han aprendido nada aquí — suspiró — . Me ocurrió hace mucho con mi propio discípulo directo de Altar. Si te dan la oportunidad de tener poder para cumplir tu deseo, aunque no sea correcto, ¿te negarias?La Matriarca no supo responder a esa pregunta, pero de sus labios salió otra respuesta. Una que le costó pronunciar.—Althea.~0~
... y el solLas guerras eran difíciles, pero más doloroso era vivir después de ellas.Ayar lo sabía como nadie, llorando con los pies en el barro a sus cuatro años, abandonado en medio del campo de batalla que había sido de criollos y españoles, los primeros a favor de los guaraníes y los segundos a favor de la Corona.Era una mentira que el Paraguay fuera una tierra pacífica. Los jesuitas habían hecho todo lo posible, pero los intereses de la distante España estaban presionando cada vez más a los poblados. Aquellos que habían logrado mestizarse, y hasta favorecer la vida de los indígenas locales, se levantaron contra el amo cuando comenzó a reprimirlos más por recursos. Entre tanto odio también había el amor que prometían los dulces cristianos y él, producto de ambos mundos, era la prueba cabal de ello.Faltarían muchos años para que naciera el lazo de unión entre los pueblos enfrentados, hijo putativo de un héroe que comenzaba a ser leyenda en esas tierras: Artigas. Mientras tanto, Ayar veía con sus ojos verdes y enormes la crueldad que el mundo tenía en los ojos de su padre blanco, maltratando a su madre india hasta que un día, por algún lado, todo eso estalló y terminó en algo que no pudo comprender.–¿Dónde está papá?–Pelea, pelea mucho – le dijo su madre, besándole los rizos enormes dorados, por última vez – .Tengo que salir para decirle que estamos aquí, y que nos lleve a otro lado; sino los hombres que pelean nos lastimarán por accidente.Lo cubrió con mantas, escondiéndolo bajo una mesa y cubriéndolo de pasionarias para que el follaje lo confundiera con la tela.No te muevas de aquí, mi amor. Volveré.Unos pasos, una explosión, un grito y luego, sólo oscuridad.Fue nuevamente la fe de Dios que iluminó un corazón a tiempo: el Hermano que daba las extremaunciones de los soldados moribundos en la zona escuchó llorar a alguien debajo de una pared caída; un cadáver de una mujer joven yacía a su lado, cerca de las ruinas de una choza. Sucio y hambreado, el niño lo miró con miedo y gritó por su mamá cuando lo movió de su escondite que ya comenzaba a oler mal bajo el sol.–Ven, mi niño. Todo está bien.–¡No! ¡Mi mami! ¡Me dijo que no me vaya! ¡Mami, despierta! ¡Mamita me llevan!Señaló con sus manitos desesperadas al cadáver, y el muchacho apretó los ojos para no llorar y comprender que ese pequeño no entendía lo que había pasado.–Mamá fue al cielo con Dios, no te preocupes. Ya no sufrirá.Fue imposible para el joven hermano Lorenzo, aún en su experiencia, saber qué era lo que necesitaba el pequeño. Como parte de dos costados del mundo, el niño no podía cerrar bien las palabras y mezclaba ambos dialectos, el criollo y el guaraní con dificultad, esbozando un español casi inentendible cuando le preguntaba qué es lo que quería, cómo pensaba y qué sentía.Con paciencia, la tierra absorbió los cuerpos y los meses llenaron de polvo y nuevos pastos la tierra asolada. Lorenzo aprendió a comprender en su escaso conocimiento de guaraní a Ayar y por eso supo el nombre; del mismo modo que Ayar aprendió el español, a leer, escribir y pedir. Meses después, cuando el niño estaba más compuesto y confiaba en el muchacho, se dirigió a las viejas tierras donde habían muerto sus padres y, sin saber dónde estaban sus cuerpos, Lorenzo llevó unas maderas y dos rosarios.–Mamita no creía en Dios – le dijo tomado de la manito, ya vestido como criollo, aseado y hablando correctamente, cicatrizado del dolor. Madurando la pérdida como sólo los niños pequeños podían hacerlo en la guerra.–No importa, es para señalar que aquí cerró los ojos para cuidar a su hijito. Para que nunca la olvidemos – acarició los rizos dorados – ; ella partió con quienes quería, y eso es lo importante. Le dejo el rosario y la cruz por respeto, para ayudarla a guiar sus pasos en el Cielo. Debe estar extraviada y asustada.–Que regrese conmigo, entonces – apretó la mano del mayor – . La extraño mucho.Lorenzo se hincó delante de él.–No puede volver, pero estará cuidándote siempre. Ella fue tan buena que me guió hasta aquí, para que te hallara. Está al pendiente, como siempre lo estuvo y continuará besando tu frente en tus sueños. Tienes que creer en eso y Dios la cuidará por ti.–Espero que la cuide más que mi papá.El joven clavó los maderos blancos en forma de cruz, dejó los rosarios y puso alrededor un racimo de pasionarias en flor, que crecían cerca de las ruinas.–Llevémonos la flor – Lorenzo ofreció luego de enseñarle a rezar – ; en el jardín de la Iglesia se verán muy bien, así tu mamá sabrá donde encontrarte cuando huela el aroma, ¿te parece?–¡Sí!Se alejaron del viejo hogar para regresar a la nueva vida que el muchacho, a expensas y retos de sus superiores, le habían permitido darle al niño. Después de todo, era uno de los miles huérfanos de las guerras intestinas de la zona, cuyo mestizaje se convertía en un incordio ya que al no ser aceptados por españoles o indios, debían criarse salvajes y terminar escondidos en la selva, robando, matando y pereciendo de hambre y pestes lejos y solos, como muchos. Los que tenían suerte, como Ayar, eran recogidos por almas caritativas que los convertían en criados o los enviaban a los orfanatorios de las Iglesias, para incluirse en órdenes sagradas. El niño había iniciado sus pasos para el ser un hermano jesuita y ayudar a evangelizar aquello que había destruído su vida.–¿Cuál es tu deseo en tu nuevo bautismo, hijo mío? – pregunto Hermano Mayor de la Orden.–No quiero perder el nombre. ¿Puedo conservarlo? Es lo único que me quedó de mi madre.Ayar ya tenía seis años y una convicción tan poderosa como la voluntad de un adulto. De sus ojos verdes brotaba seguridad y la más absoluta de las decisiones. Lorenzo, ya con otras tareas en su formación y nuevas misiones, no podía velar por el tan intensamente pero siempre estaba al pendiente de sus avances; inclusive en un momento tan especial para él, mirándolo desde las sombras.Sabía que el destino cambiaría para siempre cuando el aceite sacro tocara esa frente blanca.–Muy bien.El crecimiento del alma y el cuerpo fueron enormes en los siguientes años. Al cumplir nueve, sabía hacer cálculos complejos, ayudaba en los mercados y en las pagas a los que trabajaban las haciendas. Inclusive, hacía de lenguaraz entre los comerciantes que se manejaban dentro de la redistribución de bienes en mercados jesuitas. A los doce, ya estudiaba filosofía, humanidades y pronto vería teología, algo que lo apasionaba porque su corazón partido en dos mitades quería saber como podrían Dios y los dioses de su madre convivir, y hacer que reinaran juntos en paz.Una de las razones por las cuales la Orden Católica y la Jesuita no se llevaban era esa: en su tarea de ayudar a los más desfavorecidos, los católicos decían que los jesuitas se habían entregado a la causa indígena aún por sobre los hermanos españoles. Defendían sus derechos, sus ganancias y sus tierras; convivían pacíficamente desde los inicios y las guerras que resultaban eran de criollos que estaban o llegaban en favor de España, y se enfrentaban a las tribus y a los evangelizadores para recuperar lo que se había desmoronado.En una de esas guerras habían muerto sus padres, y Ayar, determinado y enojada cada vez más con la historia que aprendía, había jurado dedicar su vida a ayudar a los demás y sobre todo, a defender a los más pobres sin importar de quién viniera su sangre.–Hermano, por favor escúcheme.–¡No quiero tus insensateces, Lorenzo!El anciano Hermano Mayor que apenas podía caminar seguía siendo estricto y severo. Así detenía a Lorenzo, aunque ya tuviera canas de adulto en sus costados.–Debe creerme. Fue un Milagro Místico. De nuevo. Lo soñé, lo vi.–Sólo escucho palabrerías paganas, de los cuentos de los viejos helenos. Estás faltando a la verdad y estás pecando, hijo mío.–No, Hermano – caminó delante y le sujetó los hombros – , escúcheme. Lo vi. Vendrán más comerciantes españoles, pero algo más bajará de sus barcos... algo... algo maldito. Es el mal. Causará los mismos males de la última guerra de Asunción... ¡Volverá en los cuerpos cabalgando a los hombres para reírse de ellos, como antes!Ayar, con sus libros en mano y rumbo a la biblioteca, vestido de las togas negras ajustadas a la cintura y los pies descalzos en sus votos de pobreza, pidió perdón a Dios por escuchar lo que no debía, pero el recuerdo lo indagó a quedarse allí. ¿Por qué Lorenzo estaba tan asustado?¿Acaso se había animado a contarle de esos sueños raros que lo atormentaban?–Lo que necesitas, Lorenzo, es dormir.–No puedo dormir... no cuando el mal esta por cernirse sobre nosotros, Hermano. Debemos estar preparados. Rezar, rezar mucho para que no aniquile a todas las almas... todos los inocentes que se llevará entre los dedos inmundos... debemos rezar para que nos escuchen y protejan... ellos, deben venir, deben...Sus manos temblaron entre las incoherencias, a punto de desvanecerse y llorar. El Hermano Mayor lo miró acongojado y acarició su cabeza.–Dios está con nosotros, Lorenzo. No hay nada que temer. Allí tenemos la lanza y la espada empuñadas, a favor de nuestro Señor. No precisamos de nada más.Pero el más anciano de todos los Hermanos se equivocó.Meses más tarde, una nueva población española conocida como los "corregidores", llegó a la ciudad para hacerla más grande, más mestiza y criolla; para orillar a los guaraníes y empujar las fronteras selva adentro; pero romper relaciones, quedarse con sus tierras y apoderarse del sistema del negocio que hacía equitativo todo lo que habían conseguido para esclavos, trabajadores y siervos. Si eso requería matar niños, desaparecer hermanos y envenenar al Hermano Mayor en una de las visitas para clavarle un puñal por la espalda y quedarse con todas las directivas, fue realizado.La pesadilla comenzó de nuevo y los aprendices e indios, desamparados, fueron víctimas de innumerables vejaciones físicas y mentales por parte de los nuevos dueños de las haciendas.Pero aquello no fue lo peor, sino el enemigo más silencioso de todos: la peste de los barcos. A lo que tanto temió Lorenzo, a la fiebre escarlatina que aún no poseía ese nombre y lo derrumbó en dos semanas, al punto de la agonía.–Hermano...–Ayar, Dios mío, vete. Vas a contagiarte... – dijo con una carrasposa voz, mientras el otro sujetaba su mano.–¡No me iré nunca de su lado! Usted no me abandonó en la muerte y yo no lo haré ahora – dijo determinado, pero con los ojos cargados de lágrimas sin caer y las mejillas rojas. Lorenzo lo observó con amor infinito, tratando de no toser – . Mi vida es suya.–Tu vida es de Dios, mi pequeño. A él te encomendaste, y está bien, si es mi... prueba – tosió un poco más – . Sólo, no permitas que esos malos hombres te atrapen como a los demás, y cometan sus actos impuros contigo. Yo vi... demasiado... tan... doloroso.Ayar lo calló, acaricándole el cabello que había empezado a caer. Entre las evasiones, había escuchado que Lorenzo había quedado a cargo simbólico de la Orden frente a los españoles y que, para conservar la pureza de los pupilos y la inocencia de los niños del orfanato y de las haciendas, había permitido que cometieran esas vejaciones con él mismo. Cosas que lo dejaban por semanas en la cama, y que jamás decía.–¿Por qué la Corona no envía ayuda? ¿No saben que el Hermano Mayor murió? – apretó los dientes, conteniendo el llanto.–Porque la Corona abandonó a Dios. Y manda a estos hombres a imponer lo que cree es suyo... por eso, mi querido Ayar... por eso... debes ayudar a los más pequeños – lo miró – . Tomen sus cosas y corran a la selva, en la noche, conoces los caminos... antes de que terminen de asolar este lugar. Si te pasa algo... soy capaz de abandonar la rectitud de mi Señor y condenarme al infierno de ser necesario.–¡Calle, Lorenzo, ya basta! – se mordió los labios, llorando abiertamente sobre el pecho. El hombre le acarició los rizos despacio.–No... te olvides del sol...–¿Cómo?Lorenzo señaló el estandarte roído en el fondo de la habitación; las siglas de la Sagrada Eucaristía rodeada de un sol negro.–Él... guiará tus pasos... él... te hará más grande... más fuerte para que puedas... ayudarnos a todos... aún después de la... muerte.–¡Lorenzo!Una explosión se escuchó ensordeciendo el lugar y tirando polvo, seguidos de gritos inintelegibles. Ayar cerró los ojos y se tapó los oídos y Lorenzo lo cubrió como pudo.–Huye... por Dios... huye.Ayar se negó repetidamente hasta que los vidrios del techo se rompieron por un impacto sonoro y la noche los baño de vidrios a ambos, pero no los hirió.El rubio se levantó repentinamente cuando un cuerpo cayó en seco al suelo desde el techo. Se impactó al saber que era uno de los españoles que habían llegado en los barcos, con un shock de asombro como último gesto en su muerte. Lorenzo intentó verlo, pero no pudo.–¿Qué pasa, Ayar? ¿Qué fue eso?El chico elevó la cabeza hacia la luna llena y se encontró metros arriba con unos ojos negros brillantes, que contrastaban el pelo suelto azabache en cintas de dolores, cubierto con un poncho hilado que creyó reconocer como alguien del Sur.–¿Están bien?La figura saltó sobre el cuerpo para amortiguar el golpe y lo miró, con una lanza en la espalda cargada de sangre. Cuando se enfrentaron, Ayar dio un paso atrás protegiendo al agónico hombre.–No te haré daño – dijo en un español complicado, con acento. Justo como el suyo.–No eres guaraní – respondió, desconfiado – , pero hablas español.–Tu no eres indio y hueles como uno – le dijo, defensivo – ¿Qué problema hay en eso? El mal es mal en cualquier tierra, huinca.–No soy huinca – reconoció esa palabra – nací aquí, mi madre era india.–Eso explica el brillo de tus ojos – sonrió despacio – Soy Itanú, y esto que piso no era humano.–¿Cómo? –Ah... lo sabía...Lorenzo sonrió hacia el vacío.Tenía razón... la tenía.–¿Qué dices?–Tu viejo está muriendo – el muchacho se acercó – . Tiene el mal del gualicho.–¡Cúralo, si sabes lo que es!–Yo no puedo curar algo así, no aún – le sonrió – . Pero sé quien puede.En la puerta del frente, Thais se abrió paso con sus escoltas del sol y la luna. Ayar, instruído, reconocía esas ropas.–No es posible... – parpadeó viéndolos llegar – El Oráculo de Delfos. De los paganos helenos.–Has estudiado, eso es prometedor – Thais sonrió saludándolo – ; lamentamos llegar tan tarde, pequeño Ayar. El mal ya ha asolado aquí, pero hemos ayudado a los refugiados que quedaban, los niños de sus cuartos y algunos guaraníes y sus familias. Ahora estan bien – le sonrió – . Pero necesitarán un lider, y tú eres muy joven aún.Estiró su mano hacia Lorenzo, que gimoteó de dolor.–¡Qué haces, pagana! ¡Oye! – Itanú sujetó a Ayar del brazo, sosteniéndolo con una fuerza que sorprendía, a pesar de ser un poco más bajo que el rubio.–Cállate y aprende, huinca.Thais corrió el manto de su cabeza y estiró su mano, acariciando a Lorenzo.–Salvaré tu vida ahora porque no es tu tiempo de morir, joven Hermano de Cristo. Aún tienes mucho por hacer en estas tierras que necesitan amor, como el que tú diste siempre.En una respiración ahogada, las pústulas y las manchas rojas desaparecieron como si hubieran estado pintadas, ante los ojos incrédulos de Ayar. La mujer estaba rodeada por un aura blanquecina, con rayos dorados. A su lados, los hombres de blanco y máscaras de sol y la luna estaban como dos columnas, mientras el milagro ocurría.Itanú sonrió al ver ese poder manifiesto una vez más, como tantas en su camino hasta ese lejano norte.Cuando Lorenzo parpadeó con seguridad, se sentó en la cama y vio sus manos. Ayar sonrió y se tiró sobre él, abrazandolo para llorar ambos con fuerza unos momentos.-Eres un alma muy fuerte, Lorenzo – le dijo de pronto en perfecto español – . Gracias a tus sueños pudimos sentir la conexión de esta tierra y de otra de la que venimos desde hace mucho, y a la que pertenece Itanú.Lorenzo se percató de su presencia y vio que tenía a un mapuche genuino delante de él. Esos aguerridos monstruos que no dejaban su hogar, clavados en la tierra...–Eres un Oráculo heleno... ¿Qué haces en América?Ayar se separó del abrazo y la enfrentó.–Lorenzo nos guió hacia dónde debíamos ayudar – explicó, con calma – . El Mal está brotando en toda la tierra, porque la guerra entre el Cielo y el Infierno más grande está por comenzar. Y aparece en todas sus formas, impidiendo que el Bien y la Luz sepan por dónde va a venir. Por eso, donde hay almas capaces de adivinarlo y prevenirlo, ataca... llámalo españoles, o enfermedades, o discordias en el alma entre hermanos. Pero sus gotas de veneno son fatales y cuando se dan cuenta, es demasiado tarde.-Es por eso que estamos aquí. Lorenzo aún debe regir el lugar porque es su destino y no vamos a permitir que se lo lleven antes de tiempo. La guerra será muy cruda y necesitamos gente como él.–Entonces... ¿Vinieron a buscarlo? – los miró confundido. Itanú bajo la mirada un poco.–No. No es a mí a quien quieren.El hombre miró al rubio, y luego miró el estandarte roto de la Orden. Como un flash en su cabeza, lo comprendió todo.-Eres tú, Ayar – el chico lo miró sorprendido – . A ti es a quién quería el mal y trató de eliminarte de todas las maneras posibles... pero yo...–Pero tú, Lorenzo, fuiste su escudo durante toda su vida y casi dispusiste de tí mismo para salvarlo una vez más. Ahora es tiempo de que te ocupes de los demás y de tí mismo. Ya no debes preocuparte por Ayar, ahora estará bajo nuestro cuidado.–¿¡Qué!? ¡Yo no quiero ir! ¡Debo... !–Tu debes seguir la misión que te dio Dios – le calló el mayor, mirándolo con severidad – ¿Acaso no recuerdas mis tormentosas visiones, y los sueños que compartiste conmigo desde la infancia? Que me decías, con alegría, que Dios te había mostrado un sol para tu camino. El sol del estandarte de la Orden... pero no, es para un sol mucho más grande.Sonrió.-Es para el Sol Invicto, para Dios y la Trinidad, Apolo... o como quieras llamarle. A él debes ir, directamente, en la forma que se te ha designado.–Contribuirás mucho a la causa de Lorenzo, que también es la nuestra: salvar al mundo de las injusticias – Thais miró a Ayar – ¿No es por lo que has peleado siempre, desde la muerte de tu madre?–¡No leas mi mente, sibila pagana! – contestó, enojado.–Oh... veo que sabes que estoy leyéndote la mente. ¿Interesante, cierto? ¿Cómo puedes saber eso si soy pagana para tí?Itanú se rió ante el bochorno del rubio.-No me burlo, mi pequeño. Es para que veas cuán amplio en tu potencial. Y que tu Dios, y el mío, me han enviado a buscarte – señaló a Itanú – La última pareja del sol y la luna vendrá para combatir en la guerra santa desde el rincón más recóndito del planeta. Es es lo que me ha sido dicho en Delfos y como la Pitonisa principal, debo buscar a los escogidos.Le tomó la mano.-No importa el nombre que tenga, o cómo luzca, o en qué lenguaje hables... todos queremos lo mismo, y quienes nos iluminan en nuestra vida breve también: proteger a la humanidad. Es una cuestión de escalas, pero la tarea es la misma – le sonrió – ¿Vendrás con nosotros?Lorenzo miró a Ayar, acariciándole las mejillas con ternura, buscando la palabra del que sentía su padre de toda la vida.–Ya has visto el milagro, y que esta mujer ha venido con la verdad. Detuvo este mal del demonio, y mi alma me dice que es suficiente prueba para mi. Ve con el sol de la Orden y la bendición de nuestro Señor, hijo mío. Tu destino aguarda.–Lorenzo...–Tu guerra será mi guerra, también. Todos pelearemos por ti.Ayar no pudo evitar unas suaves lágrimas de despedida. Era un corazón amable y sensible, pensó Itanú. Como su compañero le gustaba, y se sentía cómodo de saber que estarían juntos hasta el final, en ese largo viaje a la par.Ninguno regresaría a su hogar, ambos lo sabían.El secreto estaba en llevar el hogar en el corazón.
Lo que dictan las estrellas ILa decisiónLos recintos del Santuario se caracterizaban por su quietud en época de paz, sobre todo en la parte más alta entre las montañas; allí donde se guardaban los aposentos de la diosa Atenea y los salones privados de su representante en la Tierra, el Patriarca.—¡No puedes estar hablando enserio!—¡¿Acaso piensas que estoy bromeando?!La joven doncella que pasó frente al estudio del Sumo Sacerdote lo creyó así, al menos, hasta que aquella inusual elevación de voz hizo detener su andar. Uno de sus pies giró para dar un tímido paso hacia las enormes puertas de madera.—¡Me encantaría pensar que sí, porque tus palabras carecen de sentido común!—¡Estoy siendo absolutamente más razonable que tú!—¿No soy razonable? ¿Yo? ¡¡Soy el responsable de cada alma en este lugar!! ¡¡¡No me dirás cómo manejar a mis soldados!!!Cuando la curiosa muchacha sintió un golpe contra la mesa, su sobresalto fue tal que el canasto resbaló de sus manos; pero en un reflejo rápido lo recuperó, suspirando en silencio. Si hubiera hecho algún ruido, esa puerta se abriría; llegarían los guardias, y...Tomó con fuerza el mimbre y se fue casi corriendo.Dentro del estudio, dos figuras se agitaban por toda la habitación. El hombre daba vueltas en círculos frente a su mesa de trabajo; en tanto, una joven le daba la espalda mirando hacia la inmensa biblioteca, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. En un momento, él fue hacia ella y quedó detrás, buscando ojos que la fémina le dio sólo por el refilón de su perfil.—Puedes vociferar todo lo que quieras, Sage, pero sabes que tengo un deber que cumplir.—No puedes tomar determinación por sobre mí en este lugar, mujer.—Y tú no puedes ordenarme cuando hablar o no, ¡¡soy el maldito Oráculo de Delfos!! — le respondió con un tono más alto, cerrando los puños y enfrentándolo — La Matriarca, tu igual. Si Apolo y Artemisa quieren que lo sepa, lo sabrá.—No metas a los dioses en esto, es deseo — el muviano arrugó los puntos en su frente, más determinado — . Solamente te dan la información. Y como sé que es tu intención te lo estoy pidiendo, Thais... — el anciano suspiró su nombre, agotado ya de aquella larga discusión, bajando los brazos.Al ver esa reacción, la pelirroja levantó las manos en señal de tregua discursiva, calmando su temperamento.—Ya no somos seres preocupados por alguien a quien queremos mucho; somos dos mensajeros que deben pensar en la mejor estrategia para conducir las vidas de esta generación.—Es por eso que no considero conveniente que Géminis lo sepa, o será más difícil para él.La Matriarca de Delfos observó al Patriarca de Atenas unos instantes, para luego girar su rostro hacia la única ventana que dejaba entrar la luz del día. De repente, sus ojos fueron algo más nubosos, dispersos en un pensamiento fugaz.—... ¿Y cómo piensas esconderlo? Sabes cómo es Damasus, tarde o temprano lo sabrá. Si es que ya no lo averiguó.—No puede averiguar algo que desconoce. No es lo mismo que lo de su hermano...—Justamente — volvió a mirarlo, con los brazos en jarro — . Su corazón se quiebra un poco más cada año que pasa sin hallarlo. Todos tus intentos han sido inútiles, al igual que los míos. El gemelo está siendo ocultado, y nada podemos hacer hasta que decida aparecer. En tanto eso lo tiene desalmado, ¿por qué no darle esperanza por otro lado?—No lo soportará.Sage caminó hasta el escritorio, sentándose en el borde y entrelazando sus manos sobre la falda. Sus ojos no se despegaban de sus botas, y sabía la muchacha que el muviano se sentía culpable por no ayudar al Santo Dorado aún con todos sus conocimientos, experiencia y poder desde Star Hill.—No confías en su rectitud. — dijo la pelirroja, animandose a asumir algo. El hombre sonrió con sorna, sin mirarla.—No confío en su osadía— corrigió —. He criado a ese muchacho, lo poco que se ha dejado criar. De ponerlo en esa circunstancia, sería capaz de cualquier cosa para evitar la propia suerte que le depara, y hasta cambiarla para... para que sea diferente. No sería bueno.—¿Eso crees?Thais caminó hacia él y se sentó a su lado, mirando hacia las cortinas verdes de terciopelo que adornaban la entrada tras la puerta.>>Yo creo que aún sabiendo su destino, le darías bríos nuevos para cumplir mejor con su misión. ¿Piensas que esa conciencia de las cosas le quitará responsabilidad?—No quiero que esos bríos lo confundan, es todo. No debe dejar sus deberes — se encogió de hombros, acomodándose el largo cabello a un lado — . He visto muchas veces como los caminos se desvían cuando las prioridades cambian.—También se desvían cuando los objetivos se vuelven el único motivo de vivir; y siempre es bueno hallar nuevas razones para existir — Thais rozó la mano de Sage y la tomó con suavidad. Como éste no se la quitó, supo que la pelea había terminado — . Tú mismo me lo dijiste una vez, hace muchos años.—Es... diferente.El Sumo Sacerdote parecía mucho más joven cuando se ruborizaba, encantador en los bochornos que rara vez aparecían en su rostro. La mujer no pudo evitar sonreír cuando éste carraspeó y se acomodó el cuello de la camisa semi abierta.—No por ello deja de ser bueno.—Lo sé. A veces genera más problemas que soluciones, pero... también es verdad que no puedo defender tanto esa postura —se detuvo un momento, buscando ser más honesto y menos formal en sus palabras — ¿Comprendes, querida mía? Damasus sufrió mucho al venir aquí, algo que me reprochó hasta entrada su juventud. De no ser por Lugonis, hubiera desertado hace años. Sólo la candidez de Piscis le hizo comprender que había un motivo para él aquí; que podía tener seres queridos, ser amado por quién era y no por lo que estaba destinado a ser. Después de tanto, no quiero complicarle más la vida.—Sigues viéndolo como ese niño que no quería escucharte — concluyó con ternura la Matriarca —. No te culpo, ciertamente tiene un alma juguetona que busca romper los moldes. Cuando lo conocí, me desconcertó en más de una ocasión.—Así es su naturaleza, imprevista y cambiante.—Eso no lo hace irresponsable; son dos cosas diferentes.—Es un buen Santo cuando toma su papel en serio.Ambos sonrieron sin verse a los ojos, tomados de la mano.—No arruinarás nada, Sage. Por el contrario, creo que harás más grande a tu escurridizo soldado — sonrió la pecosa, buscando los ojos verdes para afirmar sus palabras. Tomó entre sus manos la del hombre, besándole delicadamente los nudillos gastados por el tiempo y las guerras — . Qué mejor trabajo para un Patriarca que ese.~o~—Sumo Sacerdote, Damasus de Géminis está aquí ante su llamado.Al poner rodilla en tierra, el ruido de la armadura pareció traslucir la amargura de su dueño. Con casco en mano, los ojos del gitano estaban bajos no por respeto, sino por vergüenza.No se esperaba menos de un Santo Dorado ante el Comandante en Jefe.—Géminis, hace tres meses te encomendé la misión más importante de tu estrella, y volviste con las manos vacías. Dime por qué.La voz fría de Sage parecían cuchillas atravesándolo por todos lados. Quería mucho al anciano; como Maestro, y por extensión del profundo vínculo que tenía con Hakurei de Altar. La decepción del hermano menor de su amado le parecía doblemente agraviante.El moreno cerró los ojos un momento, para no moverse de más.—Señor, no quiero redundar sobre la devolución del informe.—Me gustaría escucharlo con tus palabras, no la formalidad que has escrito en el papel, Damasus.El Santo frunció el ceño confundido, y no pudo evitar levantar la mirada. Sus ojos grises pintados con kohl se abrieron con sorpresa cuando contempló a una mujer acercándose hacia el trono del Patriarca.—... ¿Thais?... Quiero decir, gran Matriarca de Delfos. Es un honor tenerla frente a mí.—Es bueno verte de nuevo, querido amigo. — la pelirroja sonrió un instante, pero su postura cambió. Su paso tras las telas color vino de su vestido fueron más firmes. Entre sus manos tenía un tubo dorado con un papel dentro: el informe especial de las misiones para los Santos Dorados, con el sello lacrado del Patriarca.La mujer caminó hacia Sage, quien se encontraba sentado con el casco dorado cubriendo la mitad de su rostro, y se posicionó a la derecha del trono. Sin máscara en la intimidad de esa reunión, y con el cabello trenzado entre sus laureles de oro, parecía una reina al lado de su esposo. Eso hizo sonreír a Damasus: era la imagen exacta que había visto alguna vez en sus sueños.Sus cartas jamás se equivocaban.—Lo diré si dilaciones si me lo ordena el Sagrado Oráculo, con el permiso del Patriarca — este asintió y el gitano levantó más la cabeza — . Mi noble señora, el motivo me avergüenza de un modo inimaginable, pues en mí no debería estar dispuesta esta debilidad — se calló un momento — . Simplemente, no pude. No pude sacarle a esa pobre mujer sus bebés de los brazos— suspiró — . Los defendió con tal cólera que mis razones no le convencieron. Pero, aunque los hubiera entregado... me hubiera negado.—¿Por qué?La mirada ceniza enfrentó a su par, con curiosidad.—Creí que su valor me había conmovido, pues aquella parturienta tenía mucha fuerza — negó con la cabeza — . Pero no fue ella, fui yo: sentí una lástima infinita de separarlos de su madre. Me pareció impropio de ser algo dictado por nuestra diosa entre las estrellas.—¿Consideras que Atenea repararía en el detalle de que sus consagrados sacrifican su felicidad por el bien mayor? Es la premisa básica de este lugar.—La piedad también es su premisa. Y como ella sigue eligiendo encarnar en la Humanidad, estoy seguro que sí le preocupan las almas entre sus filas — afirmó el Santo —. Vela tanto de la mente, como de los puños y el corazón de cada uno que pelea en su nombre. Por eso Niké está a su lado: porque es inteligente.Sage sonrió en un gesto imperceptible, y Thais supo que aquellas palabras enorgullecieron al muviano.—Quita la culpa de tus hombros entonces, Damasus de Géminis — dijo la mujer — . La razón por la que estoy aquí es porque los dioses gemelos han enviado un mensaje referente a tu misión.El Santo no pudo evitar ponerse de pie, nervioso.—¿Estás aquí por mí?—Hemos... hablado mucho con el Patriarca al respecto — Sage la miró de reojo — . Cruzando información, llegamos a una conclusión. Es mi deber decírtelo, por eso se me permite hoy la dispensa de estar frente a tí.Damasus empezó a temblar, y el pecho se agitó. Lo único que se le notó, sin embargo, fue un suspiro profundo.—¿Tomarán mi castigo en sus manos a pedido de Hermes? Él no soporta las fallas en sus hijos.—Tu aparente fracaso no es tal, Géminis — comenzó — . No hay nada que castigar, pues era natural que ocurriera.—... ¿natural?—No has podido separar a los infantes de su madre porque inconcientemente no podías dejar a tu prole sin el sustento indispensable, que es el seno materno.—¿Mi-?—Son tus hijos, Damasus. — cortó el Patriarca, poniéndose de pie — . Lo hemos comprobado en Star Hill y en Delfos. Nos costó mucho decidir qué hacer con esta revelación, porque no sabíamos cómo ibas a reaccionar.La expresión siempre fluctuante del gitano se congeló por completo unos segundos. La garganta se le apretó y perdió la voz. Sólo un pie respondió, dando un paso hacia atrás para no tumbarse de espaldas y hacer el ridículo.—¿Damasus... ?— preguntó la pelirroja.—N-no sé qué decir.—Yo sí, y será tu siguiente orden — dijo entonces Sage, para sacarlo de su entumecimiento — . Cuando esos niños cumplan el año de edad y ya no dependan del pecho, los traerás sin excusas. Te harás doblemente responsable de su crianza y entrenamiento. Eso implica que tu lazo con ellos no deberá irrumpir de manera alguna la formación de ambos. Uno de ellos será tu sucesor, participará en la Guerra Santa, y no podrás evitarlo.El gitano frunció el ceño ofendido por la suposición, pero luego cambió el gesto. Era comprensible que, conociéndolo, sospechara algo así.—Esto es algo serio, señor Patriarca. No usaré ninguna artimaña para desviar nada de lo que ya esté predestinado para ellos — colocó una mano en el pecho y se inclinó levemente — . Lo juro frente a los representantes de los tres dioses presentes.—Es mejor así. A veces, el amor lleva a tomar decisiones equivocadas.—Al mismo tiempo, también logra conjurar las decisiones correctas — el moreno sonrió con más amplitud tras decir aquello, y se inclinó en una reverencia — . Les agradezco que no me hayan ocultado semejante verdad, que llena de luz mi corazón. Géminis brillará bajo el esplendor de esas dos pequeñas almas. Yo me ocuparé de eso.—No se espera menos de tí, Damasus — Thais dijo finalmente, con una sonrisa — . A su tiempo, podrás criar a tus hijos; y a su tiempo, podrás reencontrarte con tu hermano. Son regalos de los dioses. En el futuro sabrás cuál te dará felicidad... y cuál no.La mirada del gitano se oscureció, pero mantuvo la alegría de saber que había podido ser padre. Ya conocía su final, y nada lo cambiaría.Pero ahora no estaría solo.
Minor Heaven :final:~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~3.Esa tarde cambió todo para siempre.El tiempo pasó una vez más. Los días, las noches. Las cosas mejoraron lentamente en el tiempo, pero no era como antes. Las charlas eran breves, pocas y secas. Ya no había miradas de complicidad, ni comidas cargadas de información, chusmerios, o hasta amistosas discusiones. Todo eso había desaparecido.Fue la primera vez que sintieron como era ser un trío a la antigua. Cada una dormía en su habitación. Al despertarse, comenzaban sus labores y no se veían en todo el día. Cenaban separadas, y mediante auxiliares se pasaban notas y apuntes; algunos con más insistencia que otros, cuando intentaban señalar el error ajeno. Pero ya no había pasión.—No deberíamos decir esto en voz alta.—¿Por qué no?—Los dioses...—Saben que hablamos con ella. Que la confronté -sola, porque no tuviste el valor de ponerte a mi lado mucho que digamos - y jamás entendió lo que quise decirle; se lo tuviste que decir tú. Eso es muy grave, Sofi, lo sabes.—Sí, significa que no estamos en armonía, que piensa diferente de nosotras.—Más que eso. Significa que nunca podrá ser una de nosotras. Lo dejó bien claro. Jamás va a cambiar, ni va a abandonar nada de lo que dejó en el Santuario. ¡Los dioses bien saben que estoy en lo correcto, hermana! Nadie puede nacer y pertenecer a dos órdenes por igual. Ella es una extensión de la diosa Atenea, pero nada más; fue ofrendada, y no más que eso. No se convirtió. Su corazón está en otro lado.Cuando Déspina terminó de decir todo eso, Sofía bajó la mirada y se cubrió la boca, entre la angustia y la sorpresa.—Es muy duro lo que dices.—A mi también me duele, pero es la verdad en la que nos expuso. Ahora debemos hacer algo al respecto, o las cosas comenzarán a empeorar — se cruzó de brazos — ¿Qué crees que deberíamos...?—Destierro.La rubia se quedó helada ante la determinación en la voz dulce de su interlocutora.—¿... cómo?—Destierro, Déspina, hay que sacarla de aquí —frunció el ceño — . No puede tener más este lugar como su hogar.—Pero, ella ya no es más de Atenas... no puede...—Abdicó de su Cloth para venir hasta aquí por sus estrellas. Abdicará a ser Oráculo por ser desleal — la morocha cerró los puños sobre su falda, indignada, apretando los labios —. No es justo. Yo también quisiera desposarme, conocer el amor; pero yo sí cumplí con mis mandatos, y aún así, ella...—Sofía...—Déspina — la miró, saliendo de sus propias emociones — , dices que no tiene a dónde ir, pero si tiene. Los brazos de su amado. Ella no será más que una mujer que ama a un hombre con poder. Y si aquel no puede cuidarla, ya no es nuestro asunto — frunció el ceño con fuerza — . Thais ya no es digna, hermana.—Entonces...—Entonces, sí, la desterraremos en nombre de Apolo — miró hacia el cielo nocturno desde la sala en la que estaban — . Y será la próxima luna llena, para que Artemisa vea la decisión que hemos tomado, para honrar este suelo sagrado. Le exigiremos que vaya hasta el Templo de Apolo, se arrodille en la Piedra y acepte el abandono voluntariamente, con todo lo que eso significa.—Va a negarse, te lo digo de antemano.—No puede hacer nada. Si nos hace daño, los guardias que ella formó se encargarán de llevársela. Si los mata a todos, será una paria con las manos manchadas en sangre. No, no le conviene. Se irá pacíficamente, con rabia, pero sin hacer más que eso.—Sofía... me preocupa que estés tan segura.La morocha la miró seria, en silencio. Su expresión fue inscrutable.—Thais nos duele porque es una chica muy transparente, y nos ocultó esto bajo nuestras narices. Porque es así de honesta con sus emociones sé cómo va a reaccionar. Y como nos sigue queriendo, no nos considera el enemigo. En Atenas entrenan a los soldados para matar rivales. Nosotras no lo somos.Frunció el ceño.>>Nosotras somos la justicia que ella no quiere ver.~~Thais, por alguna razón, no pudo volver a dormir.Le recordó a su infancia, cuando apenas pegaba un ojo por las noches, fuera por sus miedos o por el dolor de su cuerpo. Se hubiera sentido confortada con aquella vieja sensación, irónicamente, sino fuera porque había algo que la inquietaba enormemente.Y es que, al conciliar el sueño, esa noche se había enfrentado a la vieja Tríada, algo que jamás le volvió a ocurrir desde que ellas estaban gobernando Delfos. Fue la misma visión que tuvo en el templo, cuando le revelaron su destino: Un cuarto vacío con miles hilos de plata alrededor. El propio palpitaba frente a ella, más brillante que la gran mayoría, con un mensaje críptico que la dejó en vela, intentando descifrarlo.—¡¡Mi señora, mi señora!! ¡¡Auxilio!!La pelirroja sobresaltó en la cama, para comprobar que estaba saliendo el sol y que la mañana se avecinaba. Corrió hasta la puerta, al ver que esta era golpeada con fuerza y prisa. Al abrir, encontró la mirada desorbitada de una auxiliar, acompañada por dos guardias.—¡¡Es terrible, mi señora!! — los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas y empezó a llorar con fuerza.—¿¡Qué pasó!?—¡¡Venga por favor!!— insistió uno de los hombres enmascarados.Salió descalza y con su ropa de dormir, olvidándose del decoro. Su cabello estaba enmarañado y tenía una ojeras que rodeaban sus ojos. Al caminar por el pasillo, notó una pequeña muchedumbre llena de sollozos en diferentes lugares: los cuartos de Déspina y Sofía.—¡¡Que desgracia!!—¿¡Por qué pasó algo así?!—¡¡Justo ahora!!Un impulso de terror en el corazón la hizo correr hacia el cuarto de la primera, empujando a todo el mundo. Las personas dentro se apartaron, cediendo el lugar. Rodeaban la cama de la rubia quien yacía con los ojos abiertos en un gesto de dolor, enredada con las sábanas.—¡¡DÉSPINA!!Se lanzó sobre su cuerpo y tocó desesperada, probando en las muñecas y la yugular. Luego fue hasta el pecho de la joven, buscando latidos que nunca encontró.—Señora...—¡¡CÁLLENSE!! ¡No puedo escuchar!—Se-señora... ella...—¡¡Cállense!! ¡¡Cállense!!Apretó el cuerpo menudo y entrecerró los ojos, aceptando la realidad. Comenzó a sollozar hasta que terminó en llanto amargo. Luego de unos minutos, se sentó en la cama de un sobresalto, como recordando algo. Y lo recordó. Recordó el sueño.“Oda a las tres que ahora son una”Empujó a todos en su torpe corrida para llegar a la otra habitación. Sofía tenía los ojos cerrados, se hallaba en posición fetal y semidesnuda. Las auxiliares que la rodeaban salieron del cuarto para contemplar a la pelirroja caer de rodillas en el suelo, golpeando el piso hasta que se quebró en dos.—¡¡¡¿¿¿POR QUÉ???!!!Se mordió la boca hasta sangrar. Su cosmos se encendía y se apagaba como una flama inestable, gritando entre los llantos que la ahogaban. La última vez que había experimentado esa rabia y ese dolor, había sido separada de su abuela; y su nombre era aún Niamh.Ahora, adulta, se había agregado un nuevo sinsabor: la culpa.—Fui yo, fui yo... — susurró entre sollozos — Es mi culpa. ¡Es mi culpa! ¡¡Es mi culpa!!Sus gritos retumbaron como ecos desgarradores por todo el Templo. Cerró los ojos, odiándose, odiando todo. Deseó morirse también, porque era imposible. Imposible. Las doncellas, en pánico silencioso, no sabían cómo acercarse para ayudarla.¿Cómo iba a enfrentar ese dolor, esa carga, ella sola?~~Las piras funerarias ardieron frente a los ojos cubiertos de una gasa negra. Cada fuego brilló en la pupila gris del único oráculo que quedaba en esa Era.Era un día gris y triste, silencioso. La pequeña población del Templo de Apolo rodeaba en semicírculo aquel rito. Los hombres con máscara quedaron más abajo, y sólo las mujeres pudieron avanzar hacia donde ardían los cuerpos envueltos con los óbolos en sus rostros, vestidos de ceremonia. Lo único que había tomado la sobreviviente de aquello había sido un collar dorado de Sofía y un brazalete plateado de Déspina, que tenían un solo objetivo.“Cuando este duelo de siete días termine, quiero que el herrero me haga una lauréola con la fundición de estos metales” En el proceso, también entregó sus pendientes. La orden de Thais fue clara, y nadie se la cuestionó.Dos noches antes, y cuando pudo recobrar la compostura, Thais se encargó de vestir y arreglar a las difuntas, trasladándolas hacia la entrada del Templo. Una vez recostadas en una mesa alta con la ayuda de los enmascarados, pidió por el médico del pueblo más cercano, para que pudiera revisar los cadáveres. Así, el hombre supo el motivo de los decesos: ambas tenían, en la nuca y tras la rodilla, pequeñas picaduras de color morado. Habían muerto por alimañas mientras dormían.“Al menos no sufrieron totalmente el veneno. Despiertas hubiera sido una agonía más larga; pero no pudieron despertar para pedir ayuda. Una pena.”Más larga. Pero había sido una agonía. Morir sin poder hacer nada para evitarlo. Por unos insignificantes bichos, salidos de la nada.A lo lejos, el pueblo entristecido dejaba ofrendas y rezos, cargados de dolor y buenos deseos. Al cerrar los ojos, Thais los sentía; cosmos latentes de todas esas personas que no habían despertado como ella. Podía sentirlo todo. Era tan molesto...“Si supieran que es mi culpa, no pedirían por mi alma... ”¿Enserio?De repente, todo desapareció a su alrededor. Ella seguía vestida de luto, con su vestido y velo negros, pero ya no había más nada, siquiera las piras. Algo brilló a su lado; una luz plateada e intensa, que tenía forma apenas visible de un rostro femenino.¿Tan arrogante eres que piensas que esto fue tu causa?“¡¡S-señora Artemisa!!”Sin inclinaciones, odio esas cosas— la mujer de ojos brillantes y tiara de cornamenta de ciervo la enfrentó, sosteniendo el arco como un bastón; apenas podía distinguirse algo de su destello — Dime por qué sigues lamentándote.“Mi señora, mis hermanas... ellas ya no están, y fue mi responsabilidad” la diosa la miró con un gesto agrio “. Porque estuve en falta, y yo...”Hermano me pidió que compartiera con su Voz mi postura al respecto de todo esto — la cortó como si no hubiera dicho nada, mirando hacia adelante — . Y me lo pidió porque quizás tenga más significado para ti — La miró — . Hay una sola cosa que odio más que a los hombres, y es la vanidad que genera deslealtad entre las hijas de Apolo. No me pertenecen, pero me encargo de que sean dignas de él.Thais bajó la mirada.¿Aún sigues pensando aquello?“No puedo pensar en otra cosa. Mi corazón las llevó a la muerte, y por eso...”Joven hembra, no nos referimos a ti. Así que cuida lo que dices. Ahora veo con algo de pena tu existencia, ya que deberás cargar con todo sola. Pero tu Destino así está marcado— se calló un momento y se encogió de hombros, restándole importancia a su dolor —. A mis ojos, eres peculiar.Lo que pareció un parpadeo y un respiro la devolvió al frío de la realidad. Se contempló quieta, donde la habían llevado sus pies. Al levantar la vista, notó como las piras comenzaban a apagarse, al consumir todo lo que había dentro de ellas. Las miró, sin embargo, extrañada.¿Por qué la diosa le había dicho eso?~~Amor mío,Tiemblo de rabia al no saber como calmar tu dolor. Leí repetidas veces las cartas que me has enviado en estas noches, con todo lo que ha pasado, y por eso me urgió la necesidad de mandarte mis palabras de inmediato. Disculpa si esta nota llega en horarios inapropiados.No puedo darte una respuesta, pues no sé que más que tú. Los dioses no actúan con racionalidad humana. A veces, sus motivos escapan de nosotros, como ocurrió contigo hace algunos años. Toda mi sabiduría y experiencia no sirvieron para nada en ese momento ¿recuerdas? Y ellos saben que quise hacer lo imposible para evitarlo. Eché sobre mí mil culpas y responsabilidades. Pero simplemente debía ocurrir; yo no tenía nada que ver en ese cuadro, y darme cuenta de ello hizo que me apenara aún más. Por eso te entiendo: tu desconcierto hoy, fue el mío en ese entonces. Ahora sabes lo que sentí.Algún día te harán saber qué ocurrió. Llora a tus amigas en paz, con el ofrecimiento de mi abrazo infinito. En pocos días haré una visita protocolar para dar mis condolencias, y allí podremos hablar más tranquilos.Pero sabe una cosa, Thais: siempre tendrás en mi nuestro pequeño paraíso para que puedas descansar.A tus pies,Sage de Cáncer”Sage no se sonrojó esa vez al terminar de escribir. Dejó la pluma en el tintero y cruzó los dedos entre sí, pensativo, releyendo sus palabras una y otra vez. A su alrededor, cientos de misivas a medio hacer lo rodeaban, inconclusas. Sí, esa sería la definitiva. Fue así como la doblo y la lacró.Cáncer sospechaba fuertemente que había pasado. Pero no era tiempo de argumentarle a su amada, sino de consolarla. Ahora se sentía más sola que nunca y, hasta que se recuperara, debía acompañarla en ese momento tan duro.Pues él, además de saber que Thais se iría a Delfos en el pasado, jamás la vio acompañada en aquella Providencia. Siempre la vio como un Oráculo solitario, llevando sobre sus hombros todo el peso de semejante investidura. Ahora, pensó, se convertiría en una regente en igualdad de condiciones a él, con el poder absoluto.Lo que aquellas chiquillas hicieron para recibir la furia de los gemelos celestiales, era algo que se llevarían a la tumba. Pero la realidad le había revelado que, una vez más, sus predicciones en Star Hill habían sido las correctas.La Tríada, que residía en una sola, cambió la historia.Y esa nueva historia dio lugar a la Matriarca de Delfos.
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Cybaster-Sama Featured By Owner Jun 30, 2010  Hobbyist Writer
gracias!
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Pitaloka Featured By Owner Jun 26, 2010
Hello....May I join in?
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yami11 Featured By Owner Jun 30, 2010  Professional Traditional Artist
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Cybaster-Sama Featured By Owner Jun 20, 2010  Hobbyist Writer
hola^^? me quisiera unir por favor n_n
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yami11 Featured By Owner Jun 30, 2010  Professional Traditional Artist
claro que os podeis unir, tan solo dale al icon de join
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:iconsagaslover:
sagaslover Featured By Owner May 2, 2010  Hobbyist General Artist
Hola Yami, quería preguntarte si puedo subir la versión en inglés de mi Doujinshi.

Gracias
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:iconyami11:
yami11 Featured By Owner May 6, 2010  Professional Traditional Artist
claro ^^ pero intenta subirlo en el apartado correspondiente, gracias
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:iconzpansven:
ZpanSven Featured By Owner Apr 29, 2010   General Artist
Thanks for letting me join! ^^
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:iconelangkarosingo:
elangkarosingo Featured By Owner Apr 5, 2010  Professional Digital Artist
Thank You for the approval.. :boogie:
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:iconcastaliadoragon:
CastaliaDoragon Featured By Owner Mar 15, 2010  Hobbyist General Artist
Weee... instantaneo ya toy dentro que waaaaai ^___^

Nos leemos... ^____^
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