En las afueras del Santuario se podía dilucidar un choque de energías colosal. De colores diversos, parecían relámpagos que partían de la tierra e iban hacia el cielo, atravesándose a toda velocidad. —¿Es todo lo que tienes? ¡Levántate! Thais respiró hondo para tener aire en los pulmones. Al exhalar, escupió sangre de manera poco elegante y se limpió con el dorso de la mano. El golpe le había cortado el lado interno de la mejilla, llenándole la boca del sabor metálico. —Cállate... Miró hacia adelante, entre las mechas de su cabello desarmado, y los ojos giraron en sí mismos. Se desvaneció hacia el suelo, pero una rodilla firme le sostuvo el cuerpo, apenas separado de la tierra. Cerró los puños y los dientes, buscando inútilmente ponerse de pie. —Tsk. Ahora eres débil. Quien le hablaba estaba a unos metros, de pie y en posición de combate. Observando unos minutos, se percató de algo y cambió de postura, estirando una mano hacia adelante. Qué decepción. Esperaba algo más divertido. La
Las guerras eran difíciles, pero más doloroso era vivir después de ellas. Ayar lo sabía como nadie, llorando con los pies en el barro a sus cuatro años, abandonado en medio del campo de batalla que había sido de criollos y españoles, los primeros a favor de los guaraníes y los segundos a favor de la Corona. Era una mentira que el Paraguay fuera una tierra pacífica. Los jesuitas habían hecho todo lo posible, pero los intereses de la distante España estaban presionando cada vez más a los poblados. Aquellos que habían logrado mestizarse, y hasta favorecer la vida de los indígenas locales, se levantaron contra el amo cuando comenzó a reprimirlos más por recursos. Entre tanto odio también había el amor que prometían los dulces cristianos y él, producto de ambos mundos, era la prueba cabal de ello. Faltarían muchos años para que naciera el lazo de unión entre los pueblos enfrentados, hijo putativo de un héroe que comenzaba a ser leyenda en esas tierras: Artigas. Mientras tanto, Ayar veía con
Lo que dictan las estrellas I by Galatea-DNegro, literature
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Lo que dictan las estrellas I
La decisión Los recintos del Santuario se caracterizaban por su quietud en época de paz, sobre todo en la parte más alta entre las montañas; allí donde se guardaban los aposentos de la diosa Atenea y los salones privados de su representante en la Tierra, el Patriarca. —¡No puedes estar hablando enserio! —¡¿Acaso piensas que estoy bromeando?! La joven doncella que pasó frente al estudio del Sumo Sacerdote lo creyó así, al menos, hasta que aquella inusual elevación de voz hizo detener su andar. Uno de sus pies giró para dar un tímido paso hacia las enormes puertas de madera. —¡Me encantaría pensar que sí, porque tus palabras carecen de sentido común! —¡Estoy siendo absolutamente más razonable que tú! —¿No soy razonable? ¿Yo? ¡¡Soy el responsable de cada alma en este lugar!! ¡¡¡No me dirás cómo manejar a mis soldados!!! Cuando la curiosa muchacha sintió un golpe contra la mesa, su sobresalto fue tal que el canasto resbaló de sus manos; pero en un reflejo rápido lo recuperó, suspirando en
Minor Heaven :final: by Galatea-DNegro, literature
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Minor Heaven :final:
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ 3. Esa tarde cambió todo para siempre. El tiempo pasó una vez más. Los días, las noches. Las cosas mejoraron lentamente en el tiempo, pero no era como antes. Las charlas eran breves, pocas y secas. Ya no había miradas de complicidad, ni comidas cargadas de información, chusmerios, o hasta amistosas discusiones. Todo eso había desaparecido. Fue la primera vez que sintieron como era ser un trío a la antigua. Cada una dormía en su habitación. Al despertarse, comenzaban sus labores y no se veían en todo el día. Cenaban separadas, y mediante auxiliares se pasaban notas y apuntes; algunos con más insistencia que otros, cuando intentaban señalar el error ajeno. Pero ya no había pasión. —No deberíamos decir esto en voz alta. —¿Por qué no? —Los dioses... —Saben que hablamos con ella. Que la confronté -sola, porque no tuviste el valor de ponerte a mi lado mucho que digamos - y jamás entendió lo que quise decirle; se lo tuviste que
1. La Tríada cambiaría la historia para siempre. Luego de aquella terrible experiencia en la que sólo ellas habían sobrevivido, comenzaba una nueva era como responsables del Templo de Apolo. Si ellas ya eran de por sí diferentes, todo a su alrededor debía cambiar. La división de tareas fue casi natural. En principio, no querían que nadie más volviera a sufrir para ser aceptado en el recinto, por lo que suprimieron las pruebas y dieron por sellada la era en la cual había que ir como sacrificio. En cambio, sería una ofrenda: las consagraciones serían por el saber y el espíritu de las voluntarias, y no por la extinción física. De aquellas cosas, la educación de nuevas auxiliares, y el redireccionamiento de la espiritualidad apolínea, se encargaría Sofía, la mujer apacible de ojos y cabellos oscuros, con gran paciencia y suave voz. Los otros dos frentes requerían un poco más de agresión hacia el exterior. Por un lado, Delfos en sí debía cambiar su semblante mundano; el cómo relacionarse
La Nueva Oraculo Pt. I by Galatea-DNegro, literature
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La Nueva Oraculo Pt. I
La lluvia no paraba de caer. Delfos, la ciudad más soleada de Grecia, estaba sometida a ese clima torrencial desde hacía una semana. Las nubes, plomizas y compactas, hacían imposible distinguir si era de día o de noche, pues el Astro Rey no podía hacerse presente en ningún recoveco. Era un fenómeno atípico en esa zona, pero los habitantes más ancianos conocían el motivo. Cuando la luz cálida del cielo se apagaba en la tierra de su dios, algo importante estaba por ocurrir: un acontecimiento bélico, el nacimiento de la encarnación mítica... o la llegada de un cambio de ciclo. Y eso implicaba nuevos Oráculos. —¡Arriba, rápido! Una voz chillona sacó de su somnolencia a todas las niñas de la habitación. Por las tonalidades entre las montañas, se podía dilucidar que no había amanecido; mas, si quedaba alguna perezosa duda, un trueno profundo como un bramido las terminó de despertar, entre gritos en cada cuneta. —Zeus está ansioso de que nos despertemos. — comentó una de las mayores en
—Es tan hermoso... tiene un color único y magnífico, como si el sol del amanecer hubiera quedado apretado y atrapado para siempre ahí. Debe ser como llevar una corona que puede simplemente acomodar en forma a su gusto. La chica estiró los dedos tímidamente, apenas tocando unos rizos que caían en los costados del rostro. La otra se lo permitió con una leve sonrisa de picardía, acostumbrada a aquella reacción. —En verdad es como una corona: duro como un alambre, por eso no se me ha estropeado con los años a pesar de todo lo que este pobre pelo pasó. —¡Jajaja! Sea cual fuere la realidad, es bellísimo. Nunca se lo corte, por favor. Creo que las mismísimas diosas se ofenderían. —Basta, Aurora, deja de tratarme de "usted". La sonrisa entre la broma y la súplica de Thais hizo que su compañera reaccionara de igual manera. Ésta acomodó su cabellera morada para sentarse más derecha y marcar su punto. —Está bien, pero la situación ha cambiado; quizás sea prudente remarcar las
La miró una vez más para asegurarse.
—¿Lista?
—... supongo — Sage la miró fijamente — Sí. Quiero decir, sí.
—Está bien si no te sientes preparada. No es algo fácil.
La joven Sextante hizo un adorable puchero, inflando levemente sus cachetes. El Patriarca suprimió una carcajada más por respeto que por cariño. Tampoco le diría lo adorable que le parecía cuando recordaba que no era una adulta del todo.
—Ya te dije, estoy lista — se plantó más seriamente, mirándolo con atención — . Lo estuve pensando y he apren
—... ¿Cómo se siente?
—Es... impresionante.
Damasus contempló su propia mano como si jamás la hubiera tenido. Abrió y cerró los dedos con lentitud, haciendo tintinear las pulseras metálicas y las cuentas de colores. Elevó la vista fascinado consigo mismo y respiró con profundidad, disfrutando la bocanada de aire fresco con una sonrisa a medio formar. Y de pronto, en un destello que duró unos segundos, sus ojos grises pintados con khol se iluminaron por dentro hasta tener un leve marco dorado, que desapareció entre un parpadeo y otro.
Thais separó la mano del brazo de s